Reseñar brevemente la celebración en Sevilla la semana pasada de las II Jornadas Internacionales de Historia de la Lengua e Historiografía en combinación con el III Annual EDIT Colloquium (Estoria Digital) exige en especial llamar la atención precisamente sobre la motivación que animó su organización conjunta y que presidió su desarrollo: propiciar la confluencia de enfoques (lingüísticos, literarios, históricos) sobre ese impagable “centro de confluencias” que es el Legado alfonsí. No cabe, por tanto, menos que felicitarse (y felicitar particularmente a sus organizadores) de que, en la edad de la atomización del saber, en un mismo foro se pueda oír hablar, sin apenas solución de continuidad, de la sintaxis del discurso alfonsí, de los entresijos textuales de la Estoria de España y su descendencia, de las atarazanas de Sevilla o de los proyectos de edición digital de los textos regios. En efecto, Alfonso (como dijo Borges de Quevedo) “es toda una literatura”. Y es más todavía, como quedó de nuevo reflejado en el pasado encuentro: es también una lengua, una historia, un arte, una cosmovisión. El desafío en este caso es tratar de vislumbrar el bosque (en la medida de nuestras fuerzas) sin perderse en la aspra e forte selva salvaje de un océano sin orillas. Desde luego, iniciativas como esta van encaminadas a tal fin desde su concepción hasta su ejecución. En este sentido, puede decirse que las jornadas fueron no solamente “sobre Alfonso”, sino propiamente “alfonsíes”: hubo reconocimiento e imitación de los sabios antiguos; hubo atención minuciosa al fenómeno, y hubo altura de miras y horizonte “general e grand”. Solo queda desear que esta y otras posibles aventuras hermanas tengan continuidad en el futuro, lo que, a tenor de lo visto, cabe esperar, pues “por las cosas pasadas” puede uno “saber las venideras”.