Sobre el valor lingüístico de la copia y los lapsus e innovaciones del copista

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En este primer fragmento de la Estoria de España, sobre la fundación de Sevilla, nos encontramos con algunos aspectos interesantes relacionados con el acto de copia y con el cambio lingüístico y su representación escrita. En realidad, cuando leemos y transcribimos cualquier texto antiguo, incluso los más regulares o anodinos (no es el caso, ¡por supuesto¡, de Transcribe Estoria :-), es casi imposible no tropezar con algún elemento curioso que nos remite al impredecible y maravilloso acto de la escritura, a la evolución de la lengua, a la plasmación del arte y de la cultura o a las infinitas formas del pensamiento humano. Un tesoro escondido por descubrir en cada línea del manuscrito. Un remoto aleph de tinta y pergamino en el que recrearnos una y otra vez.

Veamos en primer lugar cómo el calígrafo de nuestro manuscrito comete, sin darse cuenta, algunos errores de copia, pero también cómo en otros momentos introduce alguna innovación textual interesante. Lo podemos comprobar fácilmente si comparamos la imagen del manuscrito con la transcripción base; recordad que esta última se corresponde con el texto del códice alfonsí E1, por tanto, la versión regia de la Estoria de España. Si nos fijamos en la rúbrica (título de capítulo), veremos fácilmente una secuencia que está duplicada: “que y falló”. Es muy probable que el error se haya debido a una confusión por la concurrencia de la forma “que”: fíjate en que al final de la línea, después de la duplicación, la siguiente oración empieza también por “que”. El copista debió volver sobre sus pasos al levantar la mirada para leer lo que tenía que escribir (lo que se conoce como ‘pericopa’), y al ver el segundo “que” (“que fiziera hercules”) volvió a copiar la secuencia anterior (“que y falló”). Es evidente que no se dio cuenta de este error (que denominamos ‘ditografía’ o ‘duplografía’), porque no vemos ninguna señal correctiva: no está tachado ni raspado ni subpunteado. ¿Cuántas veces nos habrá pasado esto a nosotros? Imaginaos el típico informe o la típica redacción hecha a correr o sin revisar…, especialmente si lo hemos escrito a ordenador. «Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra…» 🙂 Y ya que estamos, te habrás fijado, también, en que la rúbrica del ms. C es más extensa que la de E1. Es una innovación textual del copista de C. Tal vez te habrá costado un poco más descifrar lo que pone a continuación de “hercules”, porque no puedes compararlo con la transcripción base: tras el punto y una pequeña raya decorativa, la rúbrica de C continúa: “Aqui sera poblada la grant çibdat.” (¡no olvides indicar las abreviaturas!).

El mismo tipo de confusión, motivada por la lectura repetida de una palabra, tiene sin embargo consecuencias distintas un poco más adelante: en vez de repetir una parte del texto, el copista se salta una secuencia que termina con la misma palabra (o una muy parecida) con la que finaliza la secuencia anterior, dejándola de escribir por error involuntario. Esto es lo que vemos pocas líneas después de empezar el capítulo (ls. 5-6), donde leemos que Hércules coloca una «imagen de piedra» sobre el monumento de los seis pilares y «tabla de mármol» que levanta en el lugar donde con el tiempo se ubicaría Sevilla, y en dicha imagen se dice que una de las manos abierta «contra oriente» tenía escrito en la palma «fasta aquí llegó Hércules» y la otra señalaba hacia abajo (señalando las letras de la inscripción de la citada tabla de mármol). Si te fijaste a la hora de comparar el ms. C con la transcripción base, habrás notado como en C falta la indicación de la «mano contra orient» que sí aparece en E1. ¿Dónde está el error? En la palabra “tenie” (o mejor la secuencia: “e tenie” precedida por un punto) que hemos señalado en la imagen: fíjate lo que pone en E1: “Y ensomo puso una imagen de piedra, e tenie la una mano contra orient e tenie escrito en la palma…”. El copista, entonces, saltó sin querer del primer “tenie” al segundo, omitiendo por error la secuencia del medio (“la una mano contra orient”). Esto es lo que llamamos en crítica textual ‘homioteleuton’ o ‘salto de igual a igual’. Por supuesto, a la hora de revisar/transcribir este pasaje, debes dejar lo que pone en el ms. C, es decir, borrar toda esa secuencia olvidada por el copista. Posteriormente, tras la comparación automática de los diferentes testimonios transcritos, recuperaremos este y otros errores similares y podremos calibrar el grado de fidelidad textual de las diferentes copias.

Recuperemos un último ejemplo de error de copia, ya mencionado en los materiales de capacitación. En la penúltima línea del capítulo, justo después del calderón dice el texto: «Mas agoraremos a fablar de hercules por contar los fechos que fizo en espanna». En la forma “agoraremos” vemos un error: en realidad es “agora (que)remos”. El copista debió confundirse a la hora de trasladar lo que copiaba de E1 (donde pone “tornamos”) y posteriormente él mismo o, con más seguridad, un lector/revisor del texto añadió la sílaba “que” en el espacio interlinear superior.

Más allá de las diferencias textuales (innovaciones o errores de copia), a medida que vas comparando los dos textos y corrigiendo la transcripción base, es extrañamente satisfactorio advertir las diferencias gráficas y/o lingüísticas con las que nos vamos tropezando. Es como asistir en directo a la lenta y vacilante evolución de la escritura y de la lengua. Si has transcrito con cierta calma, te habrás fijado en que cada manuscrito utiliza exclusiva o mayoritariamente dos o más variantes de una misma palabra (habitualmente la variante más antigua aparece, claro está, en E1), por ejemplo: la forma diptongada ‘cuemo’ (E1) frente a ‘como’ (C); las formas rematadas en <-d> ‘grand’ y ‘segund’ (E1) frente a ‘grant’ y ‘segunt’ (C) con <-t>; la presencia de la <s> doble intervocálica (representa /s/ sorda) en los verbos ‘fuessen’ o ‘fiziesse’ (E1), frente a ‘fuesen’ o ‘fiziese’ (C) con <s> simple, señal de indistinción fonética sorda/sonora; el uso de <c> ante <e,i> en formas como ‘cibdat’, ‘obedecie’ o ‘desabenencia’ (E1), frente a las mismas con <ç> cedilla: ‘çibdat’, ‘obedeçie’, ‘desabenençia’ (C); formas con apócope (desaparición de la vocal final) como ‘orient’, ‘cinc’, ‘tod’, ‘nol’ o ‘ques’ (E1), frente a ‘oriente’, ‘çinco’, ‘todo’, ‘no le’ o ‘que se’ (C); las formas ‘depues’ y ‘estonce’ (E1) frente a ‘despues’ y ‘entonçe’ (C); la terminación adverbial ‘-mientre’ (‘primeramientre’, E1) frente a ‘-mente’ (‘primeramente’, C); el posesivo ‘so’ (E1) frente a ‘su’ (C); el adverbio ‘o’ (‘donde’, E1) frente a ‘do’ (C); la preposición ‘pora’ (E1) frente a ‘para’ (C); la forma del topónimo ‘catalonna’ (E1) frente a ‘cataluenna’ (C), etc.

Por supuesto, no son diferencias sistemáticas (lo irás comprobando a medida que avances en la transcripción de los siguientes textos), pero sí son tendencias claramente identificables del progresivo cambio lingüístico (reflejado en la escritura) que nos interpelan y nos hablan sobre el tiempo y la forma en que se forjaron. Recuerda que la diferencia cronológica entre E1 y C no es tan grande (aproximadamente medio siglo, década arriba, década abajo, a caballo de los siglos XIII y XIV), pero es suficiente para observar estos cambios. Además, ten en cuenta también que la escritura medieval no responde, como en la actualidad, a pautas ortográficas rígidamente establecidas, pues en un mismo texto (en una misma página, columna o línea) podemos encontrar múltiples formas de escribir la misma palabra. En definitiva, no dejes de fijarte en estos pequeños detalles, aparentemente insignificantes, porque en realidad son las huellas de nuestro pasado lingüístico y cultural, esperando a que las descubramos y estudiemos con la satisfacción de quien recobra un tesoro ignorado en la noche de los tiempos.

Ricardo Pichel

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